Apuntes desconfinados

Por fin empezamos un capítulo aparte en medio de esta crisis. El período apocalíptico no ha terminado, pero al menos el panorama para nosotros cambió hace unas semanas y no puedo sentirme más afortunada.

Durante el encierro entré en bucle con frecuencia, algunos días me sentía invencible y otros derrotada…. Y con aquello de las múltiples construcciones impuestas que abundaban por ahí, entre esas la alegría y la reflexión, la pausa necesaria para entender que lo simple es lo importante, todo fue peor... porque resulta que no necesitaba un virus del mal para darme cuenta de eso. Cuando el tiempo iba a mil, sin pausa alguna, en mi cabeza iba todo más despacio, mi vida sencilla y libre me fascinaba. Resulta que compartir mi tiempo en familia y con mis amigos era lo que me hacía feliz.  Nada de extravagancias, tiempo en compañía, verde y aire, era todo, sigue siendo todo, pero sucede que ahora es un lujo.

Aburrida estaba ya del mismo día todos los días, una y otra vez de la habitación al estudio, y del estudio al comedor, en pocos metros no acumulaba ni 500 pasos en cada jornada; agobiada estaba además con tanto drama, inquieta por estos días repletos de cosas que causan dolor y sin mucho que hacer al respecto y bueno, ya fue suficiente, así que ahora agradezco al universo la posibilidad de estar en mi lugar feliz. Amo oír mis pasos en la hierba, disfrutar el sol en la cara sin ventana... ver la vida brotando en cada paso es fascinante y soy absolutamente consciente de la enorme importancia de la existencia al aire libre.

Las certezas que alguna vez me acompañaron se desdibujan poco a poco, finalmente la vida nos enseña que no está todo bajo control, pero intento mantenerme serena, aunque claro, conservo la necesidad de ir a otros lugares, conocer y ver otra gente, probar nuevos platos, respirar otros aires.  Sin embargo, lo que tengo ahora es invaluable y me he dispuesto a disfrutarlo infinito, es lo que hay, me encanta y lo protegeré.

De los momentos del encierro, muchos quedarán grabados y se mantienen en este espacio de libertad que disfrutamos ahora, porque las muchas copas de vino y el esfuerzo por desinfectarlo todo parecen haber llegado para quedarse. Aprendí a leer bonito en largas conversaciones escritas, compartiendo letras, intenciones, palabras y emociones. No habrán sido diálogos muy profundos algunos, de hecho, bastante ligeros, payasadas varias quizá que me han hecho divagar confusa.

La espontaneidad, el impulso, el "a ver qué pasa", han entrado en escena cuando la razón se ha sentido cansada y la sensatez ha desaparecido.  Este tiempo ha estado lleno de instantes, que han desencadenado mil reacciones... Tal vez la puerta ha estado medio abierta en medio de tantos cierres. 










Definitivamente es maravilloso sentirse en familia y en casa, así que mientras la vida nos lo permita, seguiremos por acá, coleccionando instantes felices, atesorándolos con más empeño que nunca.

Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―