Viaje en el tiempo
No sé si
se deba a que guardo solo lo que me hace bien, pero mi historia, cada vez menos
corta, está repleta de personas estupendas y de buenos momentos que le han dado
sentido a todo cuanto soy. Definitivamente, el universo, aunque disparatado, ha
conspirado siempre para que tenga presente lo que he disfrutado, para que así,
en medio de las sombras de momentos como este, recuerde la alegría e inmensa
suerte que he tenido y mantenga la ilusión.
Desde siempre, en cada etapa de la vida, he construido lazos y vínculos emocionales que valoro como verdaderos tesoros, muy potentes y sólidos algunos; se han transformado, claro, el tiempo no pasa en vano, pero siguen presentes de alguna manera y sin dudar, me han dejado mucho.
Una infancia feliz, al aire libre, con alegres vacaciones rurales, siempre en familia. Planes repletos de carcajadas, música y juegos. Así, sencillos pero memorables, fueron aquellos años con mis primos y con la abuelita y los tíos que tanto nos aguantaron.
Instantes
fabulosos de la vida en el cole. Risas, curiosidad, lecturas, conversaciones,
clases, y muchas preguntas, no todas con respuesta, prepararon nuestra forma de
entender el mundo. Nos divertimos sin igual, dramatizamos un tanto, aprendimos
un montón, y justo ahora, por increíble que parezca, tenemos compañía y un
invaluable soporte con el cacharrito andando.
Alegría, libertad,
dudas, bailes, copas y muchas fiestas... creo que bailando éramos invencibles,
no había quien superara nuestras coreografías. En medio de clases y trabajos,
hicimos demasiadas tonterías que nos permitieron reír sin parar y algunas, que
por poco no nos permiten contar la historia... de éstas, menos mal, no tantas.
Mucho tiempo compartido, y lo mejor, crecimos y nos hicimos adultos juntos, con
todo lo que eso implica... mucho amor les tengo.
Conquistamos el frío
polar, un poco vulnerables por la distancia y la soledad lo compartimos todo,
incluso los kilos que se perdieron por un lado y que curiosamente se alojaron
en mí. Una transformación total, y no sólo física, por lo demás. Seis meses intensos
y repletos de aventuras y cariño.
Mis
años al sur, comenzar una vida en la mejor de las compañías, años de múltiples
aprendizajes y de independencia verdadera. Años de explorar, conocer y amar
profundamente. De disfrutar con todo y con nada, de caminar kilómetros, de
extrañar, valorar y agradecer.
Después de once años aún me mira así, hago el ridículo de manera permanente sin mucho importar y tengo mi punto de locura que muy bien conoce.
Y mientras tanto, sumamos pasos a la locura aquella, y con carcajadas estruendosas, algunas angustias compartidas y un sinfín de ilusiones, nos hemos reído y llorado de la vida.
Sigo conociendo personas
estupendas, aprendiendo un poco de todas y compartiendo un camino ondeante que
enriquece y del que decido tomar lo mejor.
Y aunque desde marzo el tiempo
se me ha escurrido entre los dedos, las dinámicas del encierro también han
traído lo suyo, conversaciones interminables, fantasías delirantes y miradas
diversas, día a día aprendiendo a vivir en medio de la incertidumbre.
Mucho amor cabe en mi corazón
porque en realidad los quiero a todos un montón. Habrá pues que ignorar el
miedo, sacar fuerza, coraje y darle alas a la imaginación mientras nos volvemos
a encontrar.
¡Que
la luna y los astros conspiren a nuestro favor y la magia nos acompañe!
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