Vendrán tiempos mejores
Tras permanecer cinco semanas confinados, con la
angustia del futuro encima y la incertidumbre sobre lo que viene a cuestas,
decido retomar para evitar que mi mente distorsione en un futuro próximo estos
días de encierro.
Ha pasado un poco de todo. En apenas un instante,
al menos así pareciera, resultó que tuvimos que aislarnos, que el virus aquel
monopolizó la existencia en el mundo entero.
Como nunca, todos, sin importar localización, ingreso, color, estamos
afectados. Como nunca, la vida como la
conocíamos cambió radicalmente. Ya no son novedad las vicisitudes
que rodean esta pandemia, pero sí el azaroso desencadenante de su paso por
nuestro planeta, la ilusión por pasar la página y seguir adelante está llena de
zozobra y ansiedad.
Somos afortunados. Nuestra fragilidad se ve resguardada en un sexto
piso, nuestro refugio. Ahora cada rincón del apartamento cuenta y en su
pequeñez disfrutamos el día, y sobrellevamos los pensamientos que aturden de
vez en vez, aquellos en los que no me puedo sacar de la cabeza el drama de los informales, el sufrimiento de miles de personas, el de muchos
a quienes les ha tocado cerrar puertas y aguantar sin ingresos durante estos
días. Y sí, la vida se simplifica en el hogar, pero aun así no he logrado
despojarme de la angustia.
Para muchos se trata solo de una pausa, un instante
de reflexión necesario sobre el rumbo que llevábamos, y aunque la vida sigue
para algunos, la distancia y el tratar
de adaptarme a las circunstancias, me ha llenado de terror.
Estamos bien. Hemos creado rutinas que
mantienen el entusiasmo y evitamos las noticias para que las tragedias no
deterioren nuestra salud mental, así silenciamos algunos miedos en estos
tiempos revueltos. Procuramos revivir la serenidad de siempre y buscar la
inspiración… casi siempre en la cocina: lo mío es la autoría intelectual,
claro, Pancho y Daniel son quienes materializan las ideas.
Además, para mantenernos a flote permanecemos
comunicados, coloreamos, jugamos y por supuesto, también trabajamos, quizá
mucho, tal vez más de lo que quisiera. Las prisas y urgencias laborales no han
dado tregua, pero es en estos momentos en los que hay que apoyar las causas, no
es mucho lo que se puede hacer, pero por poco que sea, hay que hacerlo.
También he notado en mis breves ratos de esparcimiento que
el mundo ha vuelto a las ventanas, he “conocido” a algunos vecinos que
aprovechan cualquier rayito de sol, me he acordado de mis años de infancia en
los que feliz hablaba por teléfono viendo a mi mejor amiga a unos cuantos
metros. Ventana a ventana pasábamos horas riéndonos, años maravillosos, sin
duda.
Y bueno, a pesar de las circunstancias, a veces entro en
paréntesis y olvido un poco lo que está sucediendo. Imagino planes, me lleno de
ilusión pensando en que pronto estaremos juntos, celebrando instantes cálidos,
simples, que estaremos cerca nuevamente y que aquello de tener miedo por ir a
abastecernos y salir de casa será cosa del pasado.
Ha pasado más de un mes ya y extraño mucho la
alegría y la motivación por los encuentros con quienes quiero, tengo ganas de
salir a caminar por horas, a tomar café a compartir una copa, quiero ver verde,
nubes, flores y pájaros. Muero de ganas por estar otra vez en Subachoque y
quiero compartir con mis amigos. Estoy aburrida de tanta asepsia y me hace falta el
dinamismo y el entusiasmo de la oficina.
Pese a todo, nuestros días en familia se disfrutan,
claro que sí. Ya hemos tenido dos
celebraciones cumpleañeras, particulares, pero con mucho amor. Además, tenemos
pequeños rituales que hemos adoptado poco a poco y nos dan algo de confianza cada día. El amor, la comida y también algunas risas por mis irrupciones de baile
desenfrenado y canto desafinado, son suficientes para sentirnos
protegidos. Las partidas de monopolio
nos divierten a Daniel y a mí y aburren a Pancho, pero aun así da lo mejor de
sí, aunque no ha ganado ni una; la hora del cine antes de acostarnos
también nos entusiasma, las palabras inventadas son cada vez más frecuentes y
los abrazos con intensidad infinita definitivamente nos salvan.
Seguiremos esperando con paciencia el devenir y
confiaremos en las decisiones que se tomen. Estamos a prueba y queremos
superarla, cruzamos los dedos para que vengan tiempos mejores.
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Bonus: Hemos visto muchas películas y algunas series, unas
bastante malas y otras que han valido mucho la pena, dentro de mis favoritas:
Unorthodox, una serie diferente y muy interesante. Pasante de moda, ligera y
divertida, justo para estos días. El cuento de la princesa Kaguya, preciosa, me
gustó todo, la historia, la música y los dibujos, me gustó casi tanto como
Totoro. Tengo una larga lista de podcast que quiero empezar a oír, pero
curiosamente en casa no me llama la atención el plan, siempre han sido mis
compañeros de “viaje”, los trayectos en soledad son precisos para eso, acá no
fluyen. También he comprado unos cuantos
libros, pero no me podido poner a ello, ya habrá tiempo, supongo.