Febrero toca a su fin

Ineludiblemente, con paso firme y acelerado, se acaba este mes que en esta ocasión, nos regaló un día extra. 

Me gusta escribir lo que me sucede. A veces resulta que me maravillo con instantes que he vivido, otras que reconozco que una y varias veces hago muchas de las mismas cosas, y otras tantas, que a pesar de todo lo caótico y absurdo del mundo que me rodea, logro algo de buena onda.

En febrero hice repaso de mis días con frecuencia, pero algunos quedaron por ahí, algunos que no quiero dejar en el olvido, así que vuelvo al ruedo con un poco de lo que ha estado ocurriendo en mi vida, la cotidianidad cómoda y sencilla.

Frente a la ausencia de juegos de vídeo, nada como programar los propios y si es en tres dimensiones, mejor aún. Jornadas enteras dedicados a armar y a desarmar, a inventar reglas y a batallar.

Esta foto no me pertenece.


Fuimos al teatro, a uno pequeño, con pocas sillas y un público reducido. En medio de un intento de tregua entre dos familias, estuvimos cerca, muy cerca del elenco, vivimos cada emoción de la historia, cada gesto y hasta la respiración de los actores.

Fue una buena obra, en muy buena compañía. 


La ciudad intentó paralizarse una vez más, como viene sucediendo, sucedió otra vez. De nuevo quede atrapada en un tráfico del mal, rodeada de caminantes abrumados, desesperados. Experiencia de vida estresante y caótica, que prefiero no tener que repetir.

Tuve una tarde de reencuentro, de esas que valen por mil. Habían pasado varios años desde la última vez con algunas, pero definitivamente los recuerdos nos conectan: vagos e imprecisos, algunos, lúcidos y muy nítidos, otros. Son de esas cosas especiales que uno guarda en el corazón y que aparecen de vez en vez... Definitivamente la vida es intensa y misteriosa, y sin duda, nos sorprende.

También tuve un sueño. Soñé felicidad. Mi hijo de once se despertó por una sonrisa y un abrazo de mi hijo de uno. Solo tengo un hijo, así que fue un encuentro de Daniel con él, sonrientes ambos, encantadores. Me fascinó verlos, me gustaron sus miradas y me llenó de alegría saberlos tranquilos y felices... desde siempre.


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Sin rumbo fijo

―denota negación―