Cerrando año

Intensos días decembrinos, aprovechando cada espacio para compartir, celebrar y agradecer.

Además del trabajo enérgico para intentar dejar todo listo, medianamente listo al menos, decidí no perderme ningún plan en esta semana. No se puede pasar por alto este año que nos ha pasado como un ciclón, con algo de calma en los primeros meses e intensidad total en el segundo semestre. En realidad este año ha sido de aprendizajes, de estirar la mente un tanto más, que a este paso está en riesgo de romperse, y de entender otros entornos y realidades.

Aunque cada día es más difícil andar con la sonrisa puesta en este país adolorido,  es inevitable agradecer la suerte de los amigos y de aquellos con quienes comparto casi todo el tiempo. Ya tenemos suficiente con el diario acontecer nacional, con la gente aburrida y agobiante que está por ahí, así que una vez más opté por lo simple y divertido: aprovechar el tiempo escaso haciendo lo que me gusta, compartir con quienes me producen alegría, disfrutar los destellos de felicidad y la magia de esta época. Lo logré, claro que sí.

Iba omitir el tema, pero es imposible ignorarlo. Hablando sobre asuntos ligeros, menores, pero muy pesados, no podré olvidar los excesos calóricos que tanto me afectan. Los resultados aparecen sin dar espera, pero lo importante, por supuesto, es haberlos disfrutado… no se come así todo el año. Esta vez no solo fue la novena costeña, con delicias celestiales, también la frijolada, contundente a decir no más, sino que además de todo, cerré la semana con ceviche peruano, su correspondiente pisco y un turrón de machupichu, un poco mucho, lo sé. Mi cuerpo lo sabe.

Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―