Aventureros

Un amanecer santandereano, un recorrido entre la montaña, una compañía inmejorable, un plan sencillo, tres días divertidos.
Muy de madrugada salimos de aventura.  Primera parada para un rico desayuno en medio del frío del altiplano.  Segunda parada obligada e imprevista, un choque inmenso y catastrófico mantuvo la vía cerrada por más de una hora, esperamos rodeados de un viento helado. Tercera parada, un almuerzo de lujo.  No sé si fue el hambre, el cansancio o lo inesperado, pero me encantó.  Haber conocido el Patio en El Socorro me pareció el verdadero comienzo del paseo. Desde encontrar la casa hasta el café de la sobremesa, todo me gustó. Un hora después arribamos a nuestro destino… quizá más porque anduvimos perdidos un rato, dimos vueltas varias por caminos equivocados pero al final llegamos. Nos instalamos en un casa cómoda y con linda vista,  descansamos un poco y partimos al pueblo, a reconocerlo y recorrerlo. 




El domingo después de un rico y abundante desayuno casero, empezamos la jornada con el camino real… Una vez más anduvimos por aquel trayecto en el que tan bien nos sentimos. Bajo la luz del sol que todo lo llenaba empezamos la travesía.  Desde la cima todo se ve más bonito, más claro, tal vez por eso siempre repetimos.  Las primas no estaban entusiasmadas con el plan pero al final creo que al menos lo recordarán, no sé si con cariño o frustración, pero no lo olvidarán. Once mil pasos en un par de horas que nos dejaron recuerdos felices, refrescamos el cerebro, respiramos verde y contemplamos los alrededores hasta llegar a Guane. Calor, gente y espera.  El regreso no fue inmediato, no éramos los únicos, nos llenamos de paciencia hasta que apareció el bus que nos llevaría de regreso. De nuevo en Barichara y la suerte estuvo de nuestro lado otra vez, con pocas expectativas, entramos a un restaurante de platos ligeros y fue todo un éxito. Después otro recorrido por la plaza y las calles del pueblo en busca de oblea y paleta y sería todo, regresar porque teníamos pendiente una partida de UNO.









En nuestro último día el potente sol nos acompañó a conocer otros miradores, a tocar las nubes y evitar el vértigo. Fue breve, la mañana se fue a mil y llegó la hora de volver. Bajo la lluvia, encontramos muchos inmigrantes en el camino, con la casa a cuestas intentando encontrar un mejor lugar para instalarse y sobrevivir, impactante por decir lo menos…. Así finalizó otro plan de aquellos, de esos que están llenos  de instantes bonitos pero que esta vez también tuvieron escenas desconcertantes, la vida para algunos está siendo muy pero muy dura.

En territorio conocido, despidiéndonos con un heladito más.  Esperando desde ya la próxima oportunidad.




















Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―