Retomando

Se acabó mayo y sigo en proceso de adaptación.  Volver a la vida de oficina después de varios meses de relajo ha sido un desafío, un proceso al menos.

Estoy reencontrándome aún con el mundo laboral y acostumbrándome otra vez al ritmo diario que, por suerte, hasta ahora, no implica mayor dificultad pero sí mucha curiosidad.  Llegué, me instalé y comencé a sumar nuevos momentos. He pensado que será simple: hacer bien lo que me toca, intentarlo, como siempre. Lo he hecho y he aprendido. Me gusta aprender. Puedo hacerlo mejor, claro que puedo, voy poco a poco, pero con entusiasmo. 
El trabajo ha supuesto cambio de rutina, me gustaba la que tenía pero ahora la vida me empuja. El trayecto de las mañanas casi siempre lo hago de copiloto, de regreso voy algunas veces en bus y también he ido un par en transmi, manteniéndome a flote, sin sostenerme, en un laberinto rebosante de pasajeros durante un tiempo que resulta una eternidad. Aprovecho estos recorridos de sur a norte, derecho, sin vueltas pero con varias paradas y me lleno de reflexiones intrascendentes cuando no tengo la suerte de ir con Pancho.  
Trato de interpretar con humanidad actitudes, me entretengo pensando en las masas que se movilizan en un horario fijo, todos comen y salen a la misma hora; creo que muchos no saben qué hacen aquí, de dónde vienen ni para dónde van, como yo, pero disimulan o ni lo piensan. Algunos con su café en la mano, llenos de prisa, se dejan llevar porque se sienten muy importantes. Otros, dan vuelta al medio día para tomar aire.
Desde la mañana hasta que regreso a casa, los alrededores están llenos de peatones, autos, ciclistas, cafés, restaurantes y yo, sin sobresalir, me fundo en el entorno, soy una más en la masa que se mueve al mismo ritmo, pero observo y quizá soy observada.
¡Estoy de vuelta! 




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Sin rumbo fijo

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