Detalles de fin de año

Colorido y concurrido estuvo este fin de año. Nuestro destino exclusivo y original fue visitado por varios, cientos miles de turistas.  Un detalle nada más.
Tuvimos un par de días calurosos y entretenidos para relajarnos y compartir el fin de año y el comienzo del nuevo, que traiga lo que traiga, nos encontrará dispuestos a vivirlo con sabiduría e intensidad.
Llegamos y después de un conversado y breve recorrido por Medellín, nos instalamos en nuestro hotel, comimos y partimos a la aventura de los alumbrados. Lindo, mágico y a reventar. Desde el metro vislumbramos que no seríamos los únicos, pero la verdad no imaginamos la cantidad de pueblo que nos íbamos a encontrar. ¡Todos escogimos el mismo plan!
La iluminación estuvo espectacular, ni más ni menos que la biodiversidad de nuestro querido país en lucecitas. Me encantó. Disfrutar el recorrido implicó armarse de valor y compartir espacio vital con tanta gente como hacía mucho no veía en un solo lugar. Otro detalle.
Al día siguiente, después de un sabroso y variado desayuno, emprendimos el camino que nos llevaría, por el suroeste, a Jardín, el pueblo más bonito de Antioquia. Lindo y lleno de color.
El recorrido incluyó un tanto de conocimiento de los lugares que nos vieron pasar, como el cerro la Tusa, que parece de dibujos animados y también probar delicias típicas, como el chorizo picante mejor acompañado jamás.
Un tanto sorprendidos quedamos con uno de los alojamientos elegidos, pintoresco y bastante vistoso. Después de dormir en contenedor alejado de la civilización, descrito como cabaña de lujo en internet, creo que ya he pasado por todo, bueno, casi. Un detalle más.
Esa tarde conocimos la basílica del pueblo. Grande, sencilla y muy linda. Con un pesebre largo y bien decorado.
Pasada una suave lluvia y después de disfrutar una auténtica bandeja paisa, entramos a un cafecito de la plaza principal, éxito total.  Justo antes del anochecer, regresamos a nuestra morada en tuc tuc, el medio de transporte más popular de la zona. El ascenso estuvo oscuro y un tanto frío, pero nada fuera de lo normal.
Preparados para el último día del año, despertamos con el canto de muchos pájaros y desayunamos con múltiples sabores. Bajamos al pueblo caminando en un entretenido recorrido en el que hicimos muchos amigos caninos y disfrutamos mandarinas recién cosechadas por un señor encantador que, generosamente, nos compartió su producción. Dimos varias vueltas y empezamos las escalas alimenticias de la jornada.
Nos encontramos con el resto de la tribu y seguimos de plan gourmet. Subimos en teleférico a un pequeño cerro, probamos ricas empanadas y descansamos un rato en el mirador. Pasaba el medio día, por reloj ya se nos había hecho tarde para el almuerzo, así que fuimos en busca de pizza, que resultó brutal. Vegetariana, europea e incluso hawaiana, todas deliciosas, perfectas para terminar el año. Dejamos espacio para el postre, claro, imposible dejarlo pasar. Milhojas, tortas de chocolate y redvelvet, fueron la delicia de la tarde. Después de tanto esfuerzo gastronómico necesitábamos un descanso. Cada uno a su hotel, nosotros, de nuevo, montaña arriba, en tuc tuc.
Nos reunimos otra vez al anochecer y esperamos la media noche con deseos, propósitos, agradecimiento y... fuego, “tanto” que me asusté. Un bonito cierre de año.

Así, en medio del color, renovados, le dimos la bienvenida con alegría a 2019, que confiamos, sea un año lleno de oportunidades.


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Sin rumbo fijo

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