y tomamos vino, comimos pistachos y fresas
y llovió toda la tarde
y vimos girasoles, recorrimos un campo amarillo en
la mañana
y dejamos las sillas bajo el agua
y no dijimos nada mientras pasaban las nubes
y el mundo parecía detenido en un parpadeo
y después vino el viento
y luego la sombra
y todavía quedaba el gusto del vino en la lengua
y las fresas se acabaron
y la risa se fue haciendo recuerdo
y fue el día más sencillo
y tal vez por eso no se ha ido
aunque ya caí rendida en la cama
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