sábado, 12 de julio de 2025

Despedida

Volverán del campo más temprano de lo previsto. Harán las maletas sin hablar. En el auto, el silencio funcionará como acuerdo.

Al llegar, ella abrirá la puerta. El olor a gas será inmediato. Él dirá “no es tanto” y cerrará la válvula. Abrirán las ventanas. Entrará la llovizna.


No prenderán la estufa. No cocinarán. Se quedarán con los abrigos puestos, las tazas entre las manos, mirando el hueco oscuro de la cocina.

Ella pensará en su madre. En el peligro doméstico. En la costumbre de resistir. Él pensará en las cosas que nunca reparan. Sentirá que ellos también se escapan por una fisura.


La noche caerá sin apuro. No hablarán mucho. Escucharán la lluvia en los vidrios.


Ella preguntará si se dio cuenta de que volvieron por esto.

Él mirará la luz de la lámpara. Preguntará por qué lo dice.

Ella dirá que no sabe, que algo los trajo.

Él no responderá. No creerá. Pero tampoco lo negará.


De madrugada, ya no olerá a gas. Quedará una calma leve, sin nombre. Algo suspendido.


A la mañana siguiente, ella se levantará temprano, aunque no haya dormido bien. Atará su pelo con un gesto distraído. Abrirá la ventana de su cuarto y también la del baño. Dejará la cortina a medio correr para que entre el sol. Molerá café. Preparará dos tazas, pero servirá solo una. Beberá en sorbos lentos. Dibujará puntos dispersos, trazos sin forma. Pasará un paño por la mesa de la terraza, moverá apenas las sillas, sacará una manta del respaldo y la dejará doblada. Acomodará los cojines. Guardará las copas vacías.


Encenderá la luz de la cocina, aunque no la necesite. Revisará si queda algo en la nevera que no esté vencido. Apartará el imán con la lista de compras y volverá a ponerlo en su lugar. Prenderá el hervidor de agua. Otra vez.


Más tarde, él se levantará. La besará en la mejilla. Dejará la mochila en la silla de siempre. Mirará la terraza como si fuera nueva. Pedirá quedarse un rato. Solo un rato. Ella asentirá.


Caminará por el departamento. Se detendrá frente a los libros no leídos, tocará la funda del almohadón que compraron juntos una tarde sin lluvia. Dirá que soñó con ella, que estaban en un tren que no se detenía nunca. Ella responderá que los trenes siempre se detienen.


Hablarán de una serie que ya nadie ve. De una canción suelta. De un plan que no harán. Él dirá algo brillante. Ella lo recordará como si fuera otra vez él.


No mencionarán lo roto. Ni lo que faltó. Cada uno llevará lo suyo. No buscarán más.


Él elegirá un disco. Ella lo dejará sonar. Le alcanzará una taza. Pensará en volcar el café. No lo hará.


Comerán pan tostado con aceite. Él dirá que es tarde. Ella no sabrá si habla del reloj o de ellos.

Sabrán que él se irá. Que tal vez vuelva. No se despedirán. Ha dejado de importar.


Después, ella limpiará sin urgencia. Ignorará un mensaje. Dejará el teléfono cargando. Anotará tres cosas que no hará:


– Insistir

– Olvidar

– Volver a empezar


Al día siguiente, se levantará temprano. Atará su pelo. Abrirá las ventanas. Molerá café. Preparará dos tazas. Servirá una. Beberá en sorbos lentos. Dibujará puntos dispersos, líneas sueltas. Acomodará los cojines. Doblará una manta. Encenderá una vela. Pondrá música.


Los días seguirán. El orden se mantendrá. Café a la misma hora. Una taza, otra. Las marcas en la libreta. La silla vacía. La segunda taza será siempre costumbre.


Llegará otro mensaje sin remitente. Una palabra: Adiós. No lo abrirá.


El disco volverá a sonar. Desde lejos, desde otro tiempo.


La vela arderá cada día. Nadie la apagará.


Ella abrirá la ventana. Lloviznará otra vez. Cerrará los ojos. En el aire, algo insistirá.


Nada cambiará. Pero no será el mismo lugar.


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