Otra rama, otra
cultura, parece otro país. Un idioma diferente, una terminología experta, todo
un vuelco profesional. Espacios indeterminados, sensación de aparente pericia y
seriedad, un trato amable, frío y distante. Me pregunto con frecuencia quiénes serán
de verdad, si serán de verdad. Pero poco a poco, la vida se va volviendo
cotidiana. La novedad deja de ser, el asombro también. La costumbre se instala
paulatinamente. La rutina llega silenciosa e imponente y voy aprendiendo otras
maneras de ser.
Vine dejando certezas,
seguridades, mi zona cómoda. Era el momento quizá, un ahora o nunca porque la
vida es una carrera vertiginosa e imparable y sin mucho darme cuenta ya estaba
establecida, queriendo que todo se mantuviera más o menos como estaba. No estaba
mal, pero bueno, no sé.
En contra de mis
pronósticos de la primera semana, cuando me sentía totalmente caótica y
perdida, me estoy acostumbrando y, con el paso de los días, me va dando la
impresión de que pronto seré parte, lo dominaré también. Tengo un conocimiento
superficial de esta nueva realidad, pero también la intención de ensanchar el
horizonte y creo que será cuestión de calma para sobrellevar la duda, de
actitud, de tener mente abierta, despojarme de prejuicios, entender
diferencias, de mantenerme sensata, moderada y pragmática, de disponer de unos
cuantos minutos extra para analizar otra perspectiva, conocer razones y
entender que hay muchas formas de hacer lo mismo y que no siempre la mía es la
más apropiada. Quiero pensar que fue una buena decisión y que el espectáculo no
ha hecho más que comenzar…
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