miércoles, 3 de julio de 2024

Mitad de semana

Instante de felicidad

Dar rienda suelta al impulso al levantarme, estirarme mucho, poner el pie derecho al salir de la cama. Hervir el agua, moler el café, mezclar, filtrar. Freír un par de huevos, con la yema blanda, pero bien hecha. Dorar una arepa, ponerle queso, poco, sin exagerar. Pelar el mango, partir un trozo de piña, ponerle banano y agregar un par de uvas. Servir y disfrutar. Mejor en compañía, mejor cuando lo encuentro todo servido, mejor si tengo tiempo para tomármelo con calma, pero es día laboral y mis chicos están de vacaciones. Es lo que es y tampoco es que esté mal, me queda rico.

Instante de madurez

Dosificar los arrebatos. Encender la conexión neuronal que activa la prudencia antes de doblar una esquina y de cruzar una calle. No sucumbir al impulso y apostar por la convivencia. No amargarme en exceso por lo mal que está el andén, los andenes, las calles, la ciudad entera, por lo horriblemente mal que funcionan muchas cosas. Sortear con pericia la basura desparramada que alguien ha dejado en punto en medio de la ruta. 


Instante de humildad

Descubrir que la que un día consideré información irrelevante que mi cerebro descartó, se ha convertido ahora en muy importantísima. De repente me dicen monstrencos, guarismos y yo digo lo que pueda. Sigo en aprendizaje, avanzo lento, o no, tal vez normal, quizá, incluso, a buen ritmo. Pero todo parece un caos monumental, día sí y día también, y creo que no debería. 





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