Urbano. A veces, lo que muestra la calle es brutal. Y sutil. Lo novedoso de los pequeños detalles en la ruta trae de todo. Una seguridad profunda que acompaña cuando acudo a mis recuerdos y también una afirmación silenciosa de que todo puede ocurrir.
Resistente.
Un sentimiento confuso que atrapa y trae a la mente imágenes de un lejano
tiempo. Ayer, cuando volvieron a cruzarse, cuando surgió un roce, el reflejo de
una presencia cercana, vibrante y poderosa. Todo lo que sigue pasando ahí.
Sucede por sí solo y seguirá sucediendo. No hay otra opción. Y nunca la hubo.
Preciso.
Un día cualquiera uno empieza a olvidar nombres, ya no están ni siquiera en la
punta de la lengua, hay que ir muy atrás en el cerebro, llegar al lugar exacto,
casi cerrar los ojos. Cerrarlos. Intentarlo, despejar confusiones y
encontrarlos.
Misterio.
La niebla que envuelve la casa. La nube que nos atrapa y nos esconde, presagia
lluvia, pero son gotas aisladas. Las luces en el cielo del amanecer que trae la
frescura del aire cuando comienza el día. Las palabras que se repiten con
significado contrario. Los secretos indescifrables. Los amores indecisos. Las
flores venenosas. Lo finito de nuestro tiempo.
Ligereza. En esta vida muy ocupadísima en la que hay que hacerlo todo, si es de inmediato mejor, es necesario salir de la ruedita de ratón de laboratorio, al menos por un rato. Buscar un nuevo entorno, pensar en algo diferente, fluir y recargar. Siempre se puede. Quedarse por ahí, pensando lo diferente … fluyendo. Superar la carga. No volver a la rueda.
Fortuna. No todo se puede y menos en simultánea. Belleza y felicidad rural sí, un miniparaíso al alcance del despertar de domingo con un poco menos de frío y algo más de sol. Pequeños destellos de suerte climática o ambiental. Es tan bonito, a veces.
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