A veces me pregunto

A veces me pasa (me vuelve a pasar) siento que algo me observa. No está mirando desde afuera. Es una forma de verme que no controlo del todo, que no elijo. Es una interferencia que incomoda. No puedo fingir que no la noto. No puedo ignorarla. Me mira con una mezcla de desaprobación callada y ternura condescendiente, me señala todo lo que no quiero ver, el desgano, la rebeldía, la repelencia, la facilidad con la que a veces dejo que las cosas se decidan solas. Las que decido mal. Y no me juzga, o eso dice, aunque sé que sí, porque la siento adentro como un jurado silencioso que no perdona nada, y no se va, insiste, a veces grita, otras apenas respira en los bordes de mi día, en la niebla de fondo, pero no deja de estar, no descansa.  Algo queda siempre después de su mirada, un temblor, una sospecha de que hay algo más moviéndose, que empuja adentro, que no me deja estar quieta del todo, y no lo freno porque nunca pude, ni lo intento ya, porque cuando lo hago me caigo, como siempre, y sospecho que tiene que ver con ese lado oscuro que también soy, ese fragmento inexplicable… que no siempre da miedo, que no siempre es perverso, que a veces incluso ayuda. Fue lo que me tocó, como la sensación de haber vivido otras vidas.  Aunque no me lo crea del todo, aunque diga que no lo creo mientras lo creo a ratos. Hay días en que todo me parece parte de algo más grande, días en los que percibo que el azar tiene un diseño secreto que de vez en cuando se deja intuir, y me pregunto qué fui antes para acabar siendo esto, esta versión con dobleces, contradictoria, pero evolucionada (ja!), y aunque no tenga respuesta, sigo, porque la que me espía y la del lado oscuro continúan su curso, y yo, por costumbre, por terquedad o por pura rendición, también.