miércoles, 30 de abril de 2025

Notas mentales

Llenas de oficinas, protocolos y jerarquías, las entidades públicas son, en su mayoría, lugares previsibles, repetitivos, a veces francamente aburridos. Espacios donde la rutina pesa, el papeleo todavía abunda y la innovación suele avanzar a paso lento, cuando avanza. La fauna de sus edificios, de la que hago parte con algo entre resignación y costumbre, se desliza entre cubículos como si fueran pasillos del zoológico humano. Mugen en murmullos —los más experimentados— compartiendo secretos a medias, rumores reciclados … y verdades impronunciables. Soy parte del ecosistema del trámite eterno en el que todo está siempre en proceso y todos están siempre muy ocupados. Después de tantos años de estar en esto, empiezo a encontrar algo de heroico en pertenecer a esta maquinaria donde todo tiene orden. Uno a veces caótico, ilógico.

Ha sido mi espacio, lo sigue siendo y mientras estoy en la reunión preparatoria de la previa a la verdadera, tomo notas mentales …de lo que no se dice, de lo que se repite sin sentido, de las cabeceadas disimuladas y los “de acuerdo” que significan poco. O nada. Mientras alguien proyecta una presentación y otro lee en voz alta lo que todos ya tienen en sus correos desde hace una semana, pienso en lo que cuesta cada reunión, en lo que pierde el Estado, en lo que jamás llega a los ciudadanos. Los países, porque esto no es un asunto exclusivo del trópico, esto pasa en el Gobierno de acá y de otros muchos lados, se mantienen a pesar de sus entidades públicas.

Esas reuniones... Había cámaras, luces, pantallas, sillas, toda una escenografía… y nosotros, poniendo cara de que sabíamos de qué hablábamos. A veces me siento como en una función, cuando menos en un reel de red social: todo coreografiado, bien encuadrado. De pronto, una toma por detrás. El personaje interviene, asume un gesto seguro, y los fotógrafos captan el instante. Flash. Flash. No está diciendo nada en particular. No importa. Da igual, después parecerá que fue algo trascendental.

Pero a veces, solo a veces, el trabajo es entretenido. Por eso estoy acá. En la reunión preparatoria de la previa a la verdadera. Con semblante serio, el computador abierto, y una especie de ternura cansada por este universo lleno de códigos, donde cada día es parecido al anterior, pero nunca igual. No del todo.

Porque en este teatro de la gestión pública también hay humanidad. Hay historias. Muchas. De esfuerzo anónimo, de luchas minúsculas, de pequeños gestos que salvan el día. Hay quienes todavía creen que algo puede cambiar —aunque sea poco, aunque sea lento—, y eso basta para quedarse. Aunque sea una semana más, una reunión más, un acta más.

Por eso sigo acá. Bueno, y porque necesito trabajar.

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