lunes, 24 de febrero de 2025

Café humeante

En medio del caos, uno se encuentra inmerso en un juego de desilusiones y promesas rotas. Nos dan, nos quitan, nos dicen una cosa y nos demuestran otra. Las palabras vacías de quienes lideran nos confunden, nos prometen y, al final, nos castigan. Y cuando finalmente perdemos el control, la culpa es nuestra. Siempre. Obvio. A veces, pienso que todo anda muy raro, pero me doy cuenta de que siempre ha estado así, incluso a veces peor. Pero me da rabia igual. El equilibrio parece imposible de lograr. No todo tiene por qué tener una explicación. Lo tengo claro, pero la verdad, es que en este país, y últimamente en el mundo, todo parece absurdo.

Sin embargo, la vida no se detiene. La gente se mira a los ojos, se sonríe, se pregunta, se escucha y se comparte. Todo eso parece ir a otra velocidad, pero sigue siendo lo único que, incluso en ruinas, realmente importa: las conexiones genuinas y los seres escasos y extraordinarios. Muchos de ellos los tengo cerca. En fin, que no era eso lo que venía a escribir… Solo que me detuve un poco en las noticias y pues, bueno. Lo típico. 

He vuelto a laborar, bueno, en realidad no he dejado de hacerlo.  Me refiero a que estoy de vuelta a la calle, al tráfico, la rutina diaria fuera de casa, y justo ahora anhelo hacerlo todo... Menos trabajar. Cómo me gustaría que la vida fuera tan simple como salir sin rumbo, perderme entre risas y conversaciones interminables. Bailar, comer rico, ver películas, brindar y hasta cantar sin medida, incluso a grito herido. Ir a conciertos esta semana iré a uno, descubrir exposiciones, planear viajes a destinos que parecen inalcanzables y a otros más cercanos. Quiero vivir con intensidad, escribir, caminar mucho y leer más. Un festival de libertades, algo así.

Supongo que es una sensación normal ¿no? El cambio de estatus laboral me genera una pequeña crisis, pero la dejaré en pausa y asumiré, una vez más, la realidad. Sin drama. No tanto. Es la vida y hay que dejarla fluir, pero darle curso, no perder el norte.  

En medio de todo esto, guardo bajo control la esperanza que me queda, con la sonrisa intacta. Las cosas no cambiarán mucho, pero al menos el escenario dará juego. Me acostumbraré, espero, a aquello de integrarme como una más a la ciudad cuando se pone en marcha, al bullicio y a la prisa. Al transmi y a la ruta eterna al centro. Aspiro a no quedar atrapada en la rueda infinita. No me quiero convertir en cliché. Lo lograré. Por supuesto. Estaré bien.

PD. Lo del café, es porque volví a aquel lugar de brownies recién hechos y de galletas de chocolate con sal marina...

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