En medio del caos, uno
se encuentra inmerso en un juego de desilusiones y promesas rotas. Nos dan, nos
quitan, nos dicen una cosa y nos demuestran otra. Las palabras vacías de
quienes lideran nos confunden, nos prometen y, al final, nos castigan. Y cuando
finalmente perdemos el control, la culpa es nuestra. Siempre. Obvio. A veces,
pienso que todo anda muy raro, pero me doy cuenta de que siempre ha estado así,
incluso a veces peor. Pero me da rabia igual. El equilibrio parece imposible de
lograr. No todo tiene por qué tener una explicación. Lo tengo claro, pero la
verdad, es que en este país, y últimamente en el mundo, todo parece absurdo.
Sin embargo, la vida
no se detiene. La gente se mira a los ojos, se sonríe, se pregunta, se escucha
y se comparte. Todo eso parece ir a otra velocidad, pero sigue siendo lo único
que, incluso en ruinas, realmente importa: las conexiones genuinas y los seres
escasos y extraordinarios. Muchos de ellos los tengo cerca. En fin, que no era
eso lo que venía a escribir… Solo que me detuve un poco en las noticias y pues,
bueno. Lo típico.
He vuelto a laborar,
bueno, en realidad no he dejado de hacerlo. Me refiero a que estoy de
vuelta a la calle, al tráfico, la rutina diaria fuera de casa, y justo ahora
anhelo hacerlo todo... Menos trabajar. Cómo me gustaría que la vida fuera tan
simple como salir sin rumbo, perderme entre risas y conversaciones
interminables. Bailar, comer rico, ver películas, brindar y hasta cantar sin
medida, incluso a grito herido. Ir a conciertos —esta semana iré a uno—,
descubrir exposiciones, planear viajes a destinos que parecen inalcanzables y a
otros más cercanos. Quiero vivir con intensidad, escribir, caminar mucho y leer
más. Un festival de libertades, algo así.
Supongo que es una sensación normal ¿no? El cambio de estatus laboral me genera una pequeña crisis, pero la dejaré en pausa y asumiré, una vez más, la realidad. Sin drama. No tanto. Es la vida y hay que dejarla fluir, pero darle curso, no perder el norte.
En medio de todo esto, guardo bajo control la esperanza que me queda, con la sonrisa intacta. Las cosas no cambiarán mucho, pero al menos el escenario dará juego. Me acostumbraré, espero, a aquello de integrarme como una más a la ciudad cuando se pone en marcha, al bullicio y a la prisa. Al transmi y a la ruta eterna al centro. Aspiro a no quedar atrapada en la rueda infinita. No me quiero convertir en cliché. Lo lograré. Por supuesto. Estaré bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.