Salgo,
avanzo, levanto la mirada, busco lo que queda de luna, siento la brisa en la
piel. Me encanta esa sensación de frío que me anima a empezar la ruta. De
fondo, la montaña. Cerca, las mirlas cazando lombrices. Al lado, los caminantes
de siempre. Percibo una repentina y fugaz sensación de perfección. Una mirada
al mundo del comienzo de semana, una mirada interna para examinar las
profundidades de mi ser después de un par de días de reposo en medio del
letargo y la quietud, días en los que anduve a media marcha, sin pulsar una
tecla para asuntos laborales o académicos, días en los que sentí el abrazo
lluvioso.
Se acabó
un finde que comenzó con noche de ginebras y una buena conversación para
acompañar un encuentro de amigas; siguió con un sábado perezoso de grandes
esfuerzos por mantener los ojos abiertos, siesta a media mañana y a media
tarde, con pausa para café y oblea durante una visita campeona y mucha paz;
para terminar con un amanecer de domingo bajo lluvia torrencial y jornada de
calma con comida abundante y brindis varios en familia.
Sigo el
camino y veo todo claro bajo una luz grisácea y un ambiente húmedo que anuncia
otra vez bajas temperaturas… pero es impredecible confirmar ahora cómo estará
el clima. Nunca se sabe, menos con el viento empujando en todas las
direcciones. Empezar la semana con entusiasmo me pone contenta, quizá los días
que vengan sean serenos, volverá el chiqui, eso ya es todo un acontecimiento,
es lo que necesito para mantener la ilusión.
Continúo
en la ruta y pienso mientras hago pausa hidratante en que no quiero seguir un
tren de vida extenuante. No me seduce para nada dejarlo todo por dedicarme a
una labor que me satisface poquísimo y que no deja tiempo para lo que me alegra
el alma. Prefiero una vida atractiva…. Con actitud de aprendizaje permanente,
disfrute prolongado, sin detener fuentes de conocimiento y placer, pero en
semana parece que mi existencia está confinada en un piso sexto con vista al
nororiente de la city. Un espacio amplio que resulta estrecho, un lugar en el
que permanezco en la superficie. La semana empieza y termina con mucha
intensidad. Entre tanto, la labor va y viene. Hay espacios que parecen
anodinos, experiencias neutras y muchos contratiempos y, sin embargo, a esta
altura no me queda más que la irreductible certeza de que tengo que seguir
trabajando… otros muchos años más. El compromiso con la realidad me cuesta a
veces, pero lo asumo, y pues bueno, cada uno decide qué tolera, se elige la
manera de hacer viables los días, así que, por ahora, dejaré que floten
lentamente. A lo que vinimos….
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