Había inspeccionado en el espejo todos los detalles de mi rostro, me los aprendí de memoria, eran otros, eran nuevos. Los busqué en la profundidad y belleza de sus ojos intensamente negros. Nos mirábamos a la cara y no nos decíamos nada. Él esperaba mis respuestas, yo no tenía ninguna. No íbamos a ninguna parte. Sirvieron el café y empezamos a convencernos de que la escena no era como nos la habíamos imaginado y de que lo mejor que podíamos hacer era despedirnos, pero nos ahorramos el suceso, nos lo callamos dignamente y sonreímos.
Sucesos que llenan mi mundo: momentos en los que disfruto, me sorprendo, reflexiono, invento. Instantes que quiero atesorar para que cobren vida cuando sea necesario.
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