Se concentra en el horizonte un rato, vuelve a
su taza, bebe un sorbo, mira su teléfono, busca algo en su bolso. Se recuesta
en el espaldar de la silla, pero deja la cabeza erguida. Tiene los ojos azules.
Se queda quieta, fija la mirada… Parece reconocer la onda expansiva de aquellos
sucesos que marcaron el transcurrir de algunos años y que ahora traen daños
colaterales, unos diferentes a los que se podían intuir. Quiso entender y
capturar la esencia, fue más allá de la superficie, se adentró en motivaciones,
conoció deseos y miedos y se sintió atrapada. Las contradicciones permanentes,
los vacíos que se materializaban, distintas emociones, diferentes tonos, pero
una sola voz afligida que prefirió emprender otra búsqueda. Dejar atrás. Pero,
de repente, es como si todo volviera a empezar, como si hasta ahora sucediera.
Como si estuviera pérdida en un laberinto, uno del que no se ha ido nunca, uno
en el que parece haber estado siempre.
Interpretaciones descabelladas de una turista que toma café cerca de mí.
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