martes, 9 de julio de 2024

En acción

A veces no tengo idea lo que estoy haciendo, pero voy viendo sobre la marcha y creo que la próxima saldrá mejor. ¿Habrá mejor? claro, claro, pero ¿valdrá la pena? También, por supuesto. Me convenzo. No mucho. Así que no pasa nada, estoy trabajando. Está bien a veces no saber cuál es la mejor manera. Soy grande, pero todavía me equivoco, obvio. Eso también es válido. Me señalo yo primero, supongo que los demás también. Sigo adelante con proyectos y con vacíos, como todos. Con valentía. Al final, por dispares que sean los argumentos, la historia parece ser siempre la misma, solo que los ánimos se revuelven un tanto. Aun así, pretendo seguir siendo buena en lo mío y aprender de lo demás, poniéndome a prueba y superándola. 

Una mañana más que se va en pequeñeces, cuando me doy cuenta, porque estoy hambrienta, salgo en busca del almuerzo habitual.  Me instalo bajo un parasol que cubre una luz opaca. La tibieza de hace un rato desapareció y se siente un mediodía invernal. Por un lado hablan de vidas completamente contradictorias, una en particular, por el otro de manzanas caramelizadas en cocoa. Me distraigo. Vuelvo a mi ensalada. Hoy no llevo prisa, mejor busco un poco de silencio, a ver a dónde me lleva el destino. Me cruzo con una niña a la que le sonríen los ojos, la alegría de la infancia o la de las vacaciones, imagino. La brisa se intensifica, de la nada me sumerjo en un ambiente helado, ni un rayo de sol, pero no quiero entrar, prefiero aire libre. Veo caras. La corriente del viento y del azar me lleva a mis conversaciones de ayer, las aburridas de elementos faltantes, de errores bobos que afectan un montón, las otras también, las de novedades y extrañamientos, y las historias del sur que me entusiasmaron como si yo misma hubiese estado por allá. Cambiar te tema para encender la vida. Pienso. Oír risas en las mesas vecinas, recordar palabras y propuestas, añorar el cielo limpio de otros días, la libertad del tiempo propio. La mañana de la jornada ha llegado por fin a su destino, ahora debo cambiar el paso… retomar, no mirar el reloj. En la tarde el tiempo volará, no alcanzará, todo se precipitará.  Vuelvo al instante, al presente y creo que me voy convenciendo de que puedo omitir muchos momentos refugiándome en lo que me gustó de ayer, del ayer y soñando con lo que espero de mañana. Al final, recogiendo de aquí y de allá, todo ha estado bien y estará mejor.


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