A veces no tengo idea
lo que estoy haciendo, pero voy viendo sobre la marcha y creo que la próxima
saldrá mejor. ¿Habrá mejor? claro, claro, pero ¿valdrá la pena? También, por
supuesto. Me convenzo. No mucho. Así que no pasa nada, estoy trabajando. Está
bien a veces no saber cuál es la mejor manera. Soy grande, pero todavía me
equivoco, obvio. Eso también es válido. Me señalo yo primero, supongo que los
demás también. Sigo adelante con proyectos y con vacíos, como todos. Con
valentía. Al final, por dispares que sean los argumentos, la historia parece
ser siempre la misma, solo que los ánimos se revuelven un tanto. Aun así,
pretendo seguir siendo buena en lo mío y aprender de lo demás, poniéndome a
prueba y superándola.
—
Una mañana más que se va en pequeñeces, cuando me doy cuenta,
porque estoy hambrienta, salgo en busca del almuerzo habitual. Me
instalo bajo un parasol que cubre una luz opaca. La tibieza de hace un rato
desapareció y se siente un mediodía invernal. Por un lado hablan de vidas completamente
contradictorias, una en particular, por el otro de manzanas caramelizadas en
cocoa. Me distraigo. Vuelvo a mi ensalada. Hoy no llevo prisa, mejor busco un
poco de silencio, a ver a dónde me lleva el destino. Me cruzo con una niña a la
que le sonríen los ojos, la alegría de la infancia o la de las vacaciones,
imagino. La brisa se intensifica, de la nada me sumerjo en un ambiente helado,
ni un rayo de sol, pero no quiero entrar, prefiero aire libre. Veo caras. La
corriente del viento y del azar me lleva a mis conversaciones de ayer, las
aburridas de elementos faltantes, de errores bobos que afectan un montón,
las otras también, las de novedades y extrañamientos, y las historias del sur
que me entusiasmaron como si yo misma hubiese estado por allá. Cambiar te tema
para encender la vida. Pienso. Oír risas en las mesas vecinas, recordar
palabras y propuestas, añorar el cielo limpio de otros días, la libertad del
tiempo propio. La mañana de la jornada ha llegado por fin a su destino,
ahora debo cambiar el paso… retomar, no mirar el reloj. En la tarde el
tiempo volará, no alcanzará, todo se precipitará. Vuelvo al
instante, al presente y creo que me voy convenciendo de que puedo omitir muchos
momentos refugiándome en lo que me gustó de ayer, del ayer y soñando con lo que
espero de mañana. Al final, recogiendo de aquí y de allá, todo ha estado bien y
estará mejor.
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