Placeres campestres

Placeres que se vuelven refugio. Volvemos costumbre lo que nos gusta mucho.

Desayunar. Volver a la cama por unos minutos. Ponerse al sol a primera hora. Saltar un rato. Estirar el cuerpo. Respirar, cerrar los ojos, pensar, respirar de nuevo, escuchar el silencio, abrir los ojos. Así. Empezar la jornada.

Pasar la sobremesa al sol, sin pensar en nada; haciendo fotosíntesis bajo un inmaculado cielo azul.

Perseguir atardeceres por los alrededores. Partir en busca de bonitas puestas de sol. Regresar a la casa en ese momento mágico entre la tarde y la noche. Poner la mesa, compartir algo ligero y un par copas y jugar cartas, reír y ganar.

Así, sumando momentos fantásticos, vamos haciendo el día.


Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―