Futuro

Habrá señales. No muchas, pero las suficientes. Un gesto, un comentario, una forma de reírse de algo que a mí ya no me causará gracia. Gente más joven —no demasiado, apenas unos años menos— que me hablará como si yo ya no supiera cómo funcionan las cosas. Como si lo mío estuviera caducado.

Al principio lo dejaré pasar. Me reiré con ellos. Me adaptaré. Pero algo quedará, una duda quizá: ¿cuándo empezará a pasar? Lo veía lejos, lejísimos, pero cada vez lo siento más cerca ¿En qué momento dejaré de ser “nosotros” para convertirme en “ustedes”?

No será que me habré vuelto vieja. Para nada. Todavía sentiré el cuerpo fuerte, todavía tendré planes, todavía habrá vértigo, deseo, ilusión (esa espero no perderla nunca). Pero ya no seré nueva. Ya no seré novedad. Y eso, será una forma sutil de desaparición.

No habrá odio, ni burla abierta. Solo una indiferencia elegante. Una certeza implícita de que mi tiempo ya habrá pasado, aunque yo siga acá, viva, despierta, pensando más que nunca.

Y dolerá, porque sabré lo que viene. Porque ya empezaré a notar esa lentitud mínima en las rodillas. Esa pausa para recordar un nombre. Esa sombra en la mirada de alguien que me mire como si yo fuera una versión anterior. Yo también habré mirado hacia atrás con esa mezcla de desdén y prisa. Yo también habré creído que la vida me pertenecía solo por estar empezándola. No sé, quizá así fue. No sé si lo recordaré de esa manera, pero tal vez sí lo veré distinto. Con más matices.

No estaré envejeciendo del todo, pero estaré dejando de ser joven, y ese tránsito no tendrá nombre. Me tocará vivirlo sin reclamar, sin drama, mientras los otros —los más jóvenes— avanzarán como si la historia empezara con ellos.

¿Qué tendré para resistir? Solo memoria. Y una sensibilidad que antes no habré tenido. Eso. Y la certeza —serena, incómoda— de que el tiempo también los alcanzará, y de que lo verdaderamente vivo no se repetirá…mutará, se corromperá, se transformará. Y lo único que valdrá la pena hacer, será seguir mutando con ello.