La semana se sintió larga, agotadora, pero sé esfumó. Contradictorio, sí, pero así fue. El trabajo no dio respiro, de lunes a viernes estuvo intenso, tareas sin resolver, reuniones urgentes. Entregas atrasadas, pendientes acumulándose. Sin embargo, aparecieron pausas. Pequeñas, pero me dieron tregua.
El café de todas las mañanas, sello y prólogo de mis labores. La energía del viento, limpiando el aire, dispersando semillas, impulsando las nubes. Su rugido diario. La tarde de onces con M. Limonada y tartaleta de chocolate con frambuesa, actualización y risas, carcajadas, en una casa pintoresca, casi escondida. La noche de cine. Supermán. Verlo volar, caer, pelear…. Ligera, pero entretenida. El sueño reparador de la noche del viernes, profundo, largo, necesario. Y la laguna hoy, bajo una llovizna suave, con las nubes muy cerca, el rocío cubriéndonos, los pájaros acompañándonos.
A veces me recorre el cuerpo una urgencia sorda, de hacer ejercicio, de sentir los músculos recordándome que todavía estoy viva, volver a caminar, retomar el ritmo. Y otras veces, solo quiero quedarme en casa, inmóvil, escuchando cómo cae la tarde, cómo se suaviza la luz antes de que toque encender las lámparas. Hoy aunque no hubo ningun ejercicio y los músculos se sintieron solo levemente, me sentí feliz de haber armado plan y haberlo materializado. Qué alegría la naturaleza y qué mejor la buena compañía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.