Ahora que has
recuperado tu tiempo libre —ese bien escurridizo que parecía perdido entre
correos, fechas y expectativas ajenas con más de una labor en simultánea—, te
sorprende no correr a llenarlo. No producir. Te sorprende dedicarte, sin culpa,
a la nada.
Y esa nada, que a
primera vista parece vacío, es en realidad el suelo fértil donde empieza todo
lo real. Eso es lo que quieres creer. Porque dejar de hacer por obligación es
lo primero que se necesita para hacer por deseo. A eso es a lo que aspiras. Sí,
total, para que aparezca algo nuevo, tiene que haber espacio. Y ese espacio no
se consigue acumulando esfuerzos viejos como trofeos enmohecidos. Se consigue
soltando, olvidando, dejando morir lo que ya cumplió su función.
Las cosas, como las
obras, como los días, como las personas, hablan más claro cuando no las fuerzas
a seguir existiendo. El lenguaje de las cosas no está en lo útil, sino en lo
que dejan cuando se van. Y esa nada, ese tiempo libre que no pide resultados,
es una forma de creación. O eso pretendes.
Y en ese espacio nuevo,
en ese tiempo libre surgen dudas, cómo estar con los demás. Porque no estás
solo. Nunca estás del todo solo. Y ahí entra algo más sutil que la creación, la
convivencia.
Te das cuenta de que la
empatía no es tan común como se dice. No todos la tienen desarrollada. No todos
pueden, o saben. No es culpa, es condición. Pero eso no es excusa. Porque otra
cosa sí puede aprenderse, la educación, como cultura de estar con otros. No
hace falta sentir todo lo que el otro siente, pero sí saber cómo no invadir.
Cómo no dañar. Cómo dejar espacio. Otra vez el espacio.
Es lo mismo, en el
fondo, quizá por eso ahora no haces mucho. No porque no quieras, sino porque
estás dejando que lo nuevo llegue sin tener que empujarlo. Aunque tampoco es
que quieras mucho, pero cuando llegue, no será una repetición de lo que ya
hiciste. Será otra cosa. O quizá lo mismo, pero evolucionado, o no, puede
repetirse también.
Estás aprendiendo a
convivir con la nada, y, por increíble que parezca a estas alturas, también
estás aprendiendo a convivir con los otros. A buscar entender de verdad el
valor de lo que harás después. Y mientras tanto, hablas. Por ahora solo a tu
corazón. No quieres que sepan demasiado de ti, que te descubran, o sí, eres
grandiosa, pero no se nota mucho. Mejor dejarlo así.
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